CULTURALIA. CRISTIADA


NOÉ GUERRA PIMENTEL*
La narración, desde mi óptica fue hecha con fines eminentemente políticos (seguro buscando justificar la reforma al 24), se ubica equívocamente en 1927, pues la crisis inició un año antes, cuando Plutarco Elías Calles (mal interpretado) entonces Presidente de México, aplica medidas para limitar el monopolio religioso católico. En respuesta, grupos de creyentes fanatizados y manipulados por esa grey que vio afectados sus intereses, son inducidos y al grito de “Viva Cristo rey” toman las armas contra el gobierno e inician una guerra civil, según en defensa de la “libertad” religiosa, lo que dicho sea nadie había negando. 
Cristiada es cine de época hecho a lo Hollywood con tomas espectaculares, grandes movimientos de cámara, reparto multinacional, efectos especiales, etc., un todo que hace que el realismo pretendido se vea falso. El relato cinematográfico, que por lo general busca la síntesis de toda historia, se hace perceptible en todo momento y resulta increíble ver a rancheros mexicanos de Michoacán, Jalisco o Zacatecas hablar un mejor inglés que el de Fox o Peña Nieto, complementado por unas frases en mal español; algo similar sucede con la geografía, pues los paisajes inevitablemente nos llevan a John Wayne. 
Igualmente vemos como se reproducen estrategias de producción y registro comunes en Hollywood para ese tipo de cintas. Por más que intenté, no pude ver a México. Cristiada es la película debut del efectista Dean Wright, un novel cineasta que buscaba, según el sitio de la película, dar cuenta de “la historia de México que quisieron ocultar” (¿?). El guión, de por si pobre, se ajusta a las aventuras conocidas de algunos cristeros como el célebre “Catorce”, presentado como una máquina de muerte, un Rambo de rancho; el temible general Enrique Gorostieta, exsoldado federal vencedor de Zapata, que realmente fungió como mercenario contratado por los “alzados” (premeditadamente se oculta a sus verdaderos jefes); y José, uno de los tantos fanáticos mártires. 
Calles, como ya dije, es representado de manera parcial caricaturizado por un patético actor que jamás le da la estatura al personaje, apareciendo escueto y soberbio en una lucha (aparentemente) desigual contra “una población indefensa” (se oculta al real enemigo) que “solo defiende su libertad” y su aparente relación con el gobierno estadounidense, que en defensa de sus intereses petroleros, eso sí, funge como mediador (aunque en realidad ayudó a las dos partes, a ambos les vendió armas y equipos).
De esta forma, el realizador consigue pocos momentos dignos, a pesar del abuso de la cámara en mano con el que busca reforzar el drama. Cristiada no sólo es una cinta pobre sino que también es maniquea. Hace una distinción clara entre buenos (cristeros) y malos (Calles y militares). Los primeros tienen el valor de luchar por sus derechos, mientras que el Gobierno-Calles es caprichoso, irracional y autoritario, lo que se ejemplifica con dos escenas; una, cuando los cristeros (dizque sin querer, obvio) queman vivos a decenas de civiles en un tren que hacen estallar y de las víctimas sólo escuchamos lamentos; mientras que cuando es torturado José, con lujo de (planos) detalle vemos la inquina militar-gobierno. Un recurso pobre de efecto predecible y bastante cuestionable.
El planteamiento no da la necesaria perspectiva sobre la realidad mexicana, por el contrario, pues hoy el culto no está en riesgo, no el católico, podemos ver en todos lados actos religiosos públicos, simplemente la reciente visita papal, así como escuchar a curas hablar de lo que quieren desde el púlpito y por todos los medios. Cristiada tampoco es una cinta épica, es un simple melodrama; en suma, es una propuesta fallida pues jamás ofrece la panorámica de un conflicto que va más allá de blanco y negro. 
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*Presidente de la Sociedad Colimense de Estudios Históricos, A.C.

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